Segundo C. Escolar.- El hombre.- 3ª Parte.

Porque ¿quién es Segundo Calixto Escolar? ¡Cómo desligar la persona del artista! ¡Cómo separar al hombre de la personalidad que le habilita como artista! En un mundo tan complejo como el actual, tan complejo es discernir, aunque sea después de un profundo estudio de ambas partes, el hombre del generador de arte.

Después de estar en su casa en un par de ocasiones, compartir mesa y mantel con él, de mantener largas charlas en las que va desgranando con voz grave y pausada, su pasión por «todas» las artes, creo poder afirmar que, ante todo, este artista es un hombre bueno, un alma sencilla, apartado voluntariamente del mundo pero estando muy al día de todo lo que ocurre en él. Una persona con las ideas muy claras desde su dura niñez, en la que tuvo que pelear con los que, en su entorno le rodeaban, para conseguir a través de su generosidad, su sentido del humor, su tristeza que también es parte de su vida, obtener el premio de la amistad de todos los que le han llegado a conocer.

Segundo C. Escolar en brazos de su madre

Dicen sus hagiógrafos que no es un hombre de fe y mucho menos de religión. Entonces ¿porqué el leit motiv de su obra son las imágenes religiosas, sean pintadas, esculturadas, puestas en medallas? ¿Por qué es una constante en su vida la amistad sincera con los distintos religiosos que han pasado por delante de él? Para plasmar en un lienzo una obra con imágenes religiosas, hay que profundizar y mucho en lo que vas a dejar para la posteridad, tienes que derramar en el barro o la cerámica, en el alabastro o en mármol, tu alma. Y eso es lo que Segundo Escolar lleva haciendo desde hace 70 años, derramando y derrochando su alma para los demás, a través del arte. En algún momento de su vida y a preguntas de algún periodista despistado, le afirmó: «Yo soy un hombre, y si los dioses existen es porque somos hombres«.

Pero es que en su persona cabe un corazón «asín» de grande que pude ver reflejado en su rostro desde el primer momento que le ví. Y me dije: Éste es un gran hombre. Sin conocerle. Sólo su presencia llena una estancia, solemne pero empático, serio pero que te saca la sonrisa, elegante en su porte aunque su andar sea ya cansino.

Cuando entras en su hogar, siempre en semipenumbra, que te enseña con timidez, como dudando del tesoro que tiene, no sabiendo a ciencia cierta el impacto que va a causar al visitante, te das de sopetón con un alarde de piezas escultóricas, pictóricas, alabastro y barro modelado y pintado, muchas de ellas colocadas al desgaire porque ya no le queda sitio para más. Porque su casa es en sí misma un museo: en cada estancia -y hay muchas- se arraciman como abandonadas, obras y objetos por doquier; cuadros, esculturas, dibujos, bocetos, libros que dotan al hogar de Segundo Escolar de un lustre de hermosa decadencia. Se diría que es la casa de un hombre del Renacimiento.

Y te das cuenta de inmediato de la hondura de este hombre, de la sabiduría que transmite aunque él dice que no le gusta hablar mucho y que prefiere recibir pocas visitas, que vive en un verdadero «eremitorio» y que le encanta vivir como aquéllos eremitas de hace diecisiete siglos, casi en soledad. Eso sí, siempre al lado de su esposa Belén, soporte y sostén en sus desapariciones laborales escondido en su torre y en sus momentos de malos humores. Porque Segundo Escolar es hombre de mucho carácter aunque ya, a estas alturas de la vida, su bravura haya quedado un tanto atemperada por la edad.

 

El «eremitorio» excavado en la roca.

Meditando en su eremitorio

Cuando el artista se refugia en los eremitorios lo hace buscando la tranquilidad. «Me gusta, porque me da paz. Creo que sería capaz de vivir aquí. Este silencio, este recogimiento… Te ayuda a buscarte. Entiendo a los eremitas. Estos lugares son realmente especiales. Y es cierto que soy una persona de alguna forma espiritual, sin perder la condición animal, claro. El ser humano siempre busca la espiritualidad y yo la encuentro aquí. No hablo de doctrinas: me patean todas». Aunque lo afirma mirándote a los ojos y con toda la firmeza que su potente voz le permite, dudo en creerle. Su espiritualidad hermana perfectamente con el yo interior que cualquier religión alberga en su doctrina.

«Fue una locura de juventud», confiesa el artista Segundo Escolar en referencia a su condición de propietario de los tres eremitorios conectados entre sí que se asoman en perfecta balconada a la casería donde habita viendo pasar a diario a cientos de caminantes en cuyo ánimo está el llegar a Santiago cuanto antes. Belorado es parada obligada y algunos buscan su casa, quieren conocerle y a todos abre la cancela de su puerta, aunque no le gustan en demasía las visitas, donde un cachorro enorme de «Gran Danés» te dará cordial bienvenida, te pondrá sus patas delanteras en el pecho no con afán de asustarte sino de jugar contigo aunque tu de inicio no lo sepas.

Tiene aspecto de rabino errante con esa melena y esa barba blanquísimas este artista totémico, temperamental y atronante. Mueve las manos como si en ningún momento dejara de trabajar con cualquiera de los materiales a los que ha dedicado su vida. Dibujante, pintor, escultor, ceramista, muralista, orfebre… sus antepasados, desde el siglo XVI, que fueron artistas tienen un digno sucesor. Porque lo lleva en los genes y en la sangre. Aunque nunca lo tuviera fácil, ya desde los siete años ayudaba a su padre con el hierro y el yunque aprendiendo a hacer repujados.

El dice de sí mismo que tiene una rebeldía propia, desde que nació ya que, desde muy pequeño se dió cuenta que era un niño marcado, era hijo de uno de los perdedores del 36. Para inmediatamente después afirmar que desde que tiene conciencia, le inunda «la pasión por el arte» desde entonces y que nunca le ha abandonado.

Fue importante el País Vasco para Segundo Escolar, porque aquí se relacionó con otros artistas importantes y creció como uno de ellos, más que por esa relación por su innata curiosidad, por su pasión por todos los oficios, porque su mirada y su mente siempre estaban absorbiéndolo todo. E hizo de todo: diseño, publicidad, grafismo. «¡He pintado puertas de coches a punta pala! ¡Y paredes tirando de rodillo!«, exclama. A pesar de que padeció también el desprecio del nacionalismo aunque algunos ya se dieran cuenta de que Segundo Escolar la droga que tomaba, en aquellas décadas en que muchos jóvenes murieron por ella, era el trabajo. Incansable. Quince horas diarias eran poco para él. Todo ello le ayudó a forjar su caracter, su orgullo e incluso su soberbia.

Sardinera

Asegura que nunca ha pedido nada a nadie. Que todo lo que es y ha conseguido ha sido por su esfuerzo y por su trabajo, por su obstinación y por su talento. «Ese es mi orgullo o mi soberbia. Yo nunca he pedido. Y es que nadie da nada. Al contrario: se corre el riesgo de que te chuleen. Soy un hombre hecho a mí mismo: por eso, porque nunca he pedido nada a nadie. He sido peleón y luchador porque nunca lo he tenido fácil». Todo esto dice de un tirón y con vehemencia como todas las cosas que hace y dice.

Su rostro denota un temperamento severo, riguroso, tenaz, fiel a sus principios que los tiene muy claros y los divulga para que nadie se lleve a engaño, a la vez que generoso como me ha demostrado en las únicas dos veces que he estado con él. Quizá por eso es un nombre olvidado. Y da mucha pena que así sea porque la cantidad de lo que ha creado apabulla, los campos de la creación que ha tocado son innumerables y su calidad abruma al que observa su obra.

Y en esa lucha interna de contención emocional, inquietud, impaciencia, insatisfacción, que de seguro ha tenido para domeñar su caracter a la vez que su genialidad creativa, ha estado y está su mérito. Ha logrado, con el paso del tiempo, equilibrar esos dos componentes que nacen de sus entrañas, lo que le hace genial. No hay más que dejarle hablar interminablemente, porque es un rato locuaz, o ver la precisión y perfección de sus obras. Hasta la firma que pergeña en sus cuadros es puro arte.

                Autoretrato 1966
En su estudio con su maqueta:Barreneros. A su derecha: Toros. Abajo izquierda: Ciprés. Abajo derecha: escultura colocada en la Plaza Nueva, durante el franquismo Plaza de los Mártires.

O quizá estos rasgos son comunes a muchos artistas creativos. Es posible que esto sea lo usual entre aquellos que tienen la tendencia de «crear», de crear belleza, de levantar emociones e incluso pasiones. Y a Segundo Calixto Escolar, todo esto, le viene de familia, de sus ancestros, de los cuales ha heredado hasta los dos nombres y el apellido que lleva, los cuales desde hace cinco siglos han sido artistas y artesanos, recogiendo él toda la sabiduría y el tesón que las sucesivas generaciones «Escolar» han ido acumulando a base de esfuerzo. Este es otro de sus muchos méritos.

Las vibraciones que emite su arte, muchas de ellas utilizando técnicas muy antigüas hacen pensar a algunos que este hombre ha nacido tarde, que es de varios siglos atrás, del renacimiento o incluso del medioevo, pero Segundo es un hombre de su tiempo y…de sus circunstancias. Sus manos no tiemblan, es firme y seguro, pero tierno, a la vez, como cuando se acaricia la piel de la persona que amas o de la piedra que vas a cincelar.

Exposición de algunos de sus trabajos.

Aunque hubo un tiempo en que esa tenura se tornó en ira, rabia y desafío. El dolor profundo que sentía cuando se ponía delante del caballete para iniciar una nueva obra pictórica por la muerte prematura de una de sus hijas, Lydia, y al final ese dolor se reflejaba en el lienzo, se pegaba en sus pinceles, se notaba en sus colores. Poco a poco su semblante se fue dulcificando así como su talante, quedando reflejado en sus obras como si fueran un espejo de su alma apasionada, volcán en contínua erupción creadora. Y su arte se volvió rural, incardinado en su microcosmos burgalés de un mundo en extinción porque los aperos tradicionales y la tracción animal dejaban paso a las máquinas que no le eran interesantes.

Cáliz en plata sobredorada para la Cartuja de Miraflores
Cristo en una talla de pino asturiano de 6,5 ms. Parroquia de «El Redentor» de Algorta.

Para terminar de alguna manera estos apuntes, porque de alguna manera hay que terminar, aunque me quede corto en mi exposición y en mis palabras de admiración, aquí dejo una pequeñísima, mínima, muestra de su quehacer de 70 años ininterrumpidos. Admiración que ha surgido de repente, del conocimiento de su obra y de su persona, plena de inspiración, oficio y humor que es parte importante de su personalidad, aunque lo intenta disimular con su gesto serio y aspecto severo. Su casa está abierta para todo aquel que quiera visitarle, pero que avise antes porque él estará en su torre, aislado, trabajando.

         Caída de Cristo camino del Calvario.     

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Javi

Sobre mí

«El que haya elegido Getxo para vivir, siempre tendrá la sensación de haber elegido bien».

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