Y cuando he editado libros que he considerado de interés para mis conciudadanos, lo he hecho en un número que he considerado equilibrado, con la intención de no quedarme corto y verme en la obligación de hacer una 2ª edición o pasarme de largo y quedarme con muchos ejemplares en el desván. Esto es lo que estaba a punto de suceder hace un año con el libro que yo llamo, simplificando, de «las calles«. Impreso en 2017, en el 2024 todavía me quedaban 8 cajas enteras por vender y lo lógico era que me quedase con ellas porque la gente se olvida de tí o porque otros escritores han vuelto sobre el mismo tema sacando al mercado algún tema parecido con posterioridad. No dejaba de acordarme de una frase que me dijo la editora cuando el libro iba a salir a la venta: » Este libro es de largo alcance«, queriendo decir que no era una obra que pudiese pasar de moda, que era intemporal. En aquel momento, en mi bisoñez como autor, no la creí o no capté exactamente lo que quería decir.
Ahora ya lo sé. Después de 7 años a la venta y con un montón de libros sin vender, de repente y por arte de no sé quién, una de las pocas librerías en las que deposité ejemplares, empieza a vender libros como si me hubieran dado el «Nadal» y el «Alfagüara» al mismo tiempo. Y comienza a pedirme que le surta de más libros hasta que me ha dejado sin ellos. He tenido que pedir a la Editorial que me venda los que ella se quedó, para poder disponer de algunos para los compromisos, en forma de charlas, que tengo en breve. Incluso se me ha planteado el hacer una 2ª edición, cuestión que he rechazado de plano. He tenido suerte pero no hay que tentarla en demasía. Así está bien. Tengo que felicitarme por haber dado con el número exacto que eran vendibles dado el tema y el nicho de posibles clientes.
Además, de vez en cuando, y cuando crees que todo el mundo te ha olvidado, recibes una llamada que te llena de orgullo porque alguien se ha acordado de tí al ojear la página web que tengo activa o alguien le ha hablado de mis libros. Hace un año fue la Sociedad «Jolaseta», hace unos meses fue la «Asociación de Jubilados de Algorta» y ahora he recibido una llamada de la «animadora» de la Residencia de Ancianos de Algorta. Una mujer encantadora que enseguida me ha conquistado y que me ha animado a dar una charla a los y las residentes, que son mayoría. ¡Cómo le voy a decir que no a una mujer tan animosa y a unas personas maravillosas que viven sus últimos años en comunidad con un humor estupendo!
Algunos internos/as y acompañantes
Pero antes de narrar lo que pasó y cómo me lo pasé en esa charleta, quiero contar, lo más brevemente posible, la Historia de esta Residencia que cuenta ya con más de 130 años. Y si podemos contarla es gracias a una «serendipia» que dirían los postmodernos y que viene a ser lo que hemos llamado de toda la vida «un encuentro fortuito o casual«, una casualidad, vamos. Escarbando por la dichosa pantalla que a todos nos tiene obnubilados, me encontré con un trabajo realizado por un equipo del Departamento de Enfermería de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria situado en la Villa de Teguise en la isla de Lanzarote. Evidentemente llama la atención que desde Lanzarote se realice, en la actualidad, una especie de Tésis sobre una Residencia de ancianos de Getxo. Pero hemos seguido escarbando por la red para descubrir que la que dirige este trabajo es Mª Luz Fika Hernando, que inició su carrera como enfermera en el Hospital de Basurto pero que lleva ya muchos años en Lanzarote dirigiendo ese Departamento. Va tomando sentido.
El escrito se titula «Historia del Hospital.- Hospicio Municipal del Sagrado Corazón de Jesús de la Anteiglesia de Getxo«.
De la historia de Getxo, desde sus inicios, ya hemos escrito en varias ocasiones por lo que no vamos a incidir más en ello porque además tenemos muy pocos datos fiables que nos lleven a una versión fidedigna de lo que, al menos hasta finales del siglo XVIII, sucedió en este pueblo de Getxo. Hasta que aparece una nueva burguesía, procedente, en su mayoría, de Bilbao, que fue el origen de las transformaciones tanto del terreno como de la sociedad agrícola, por un lado, y marinera por otro prácticamente sin contacto entre sí. Esta burguesía, con una visión más foránea y abierta de las formas sociales que se llevaban en la época, modificó de manera progresiva las funciones y estructuras de un pueblo hasta entonces muy pobre en lo económico y aislado por falta de medios de transporte.
A principios del año 1870 y notando ya sus condiciones físicas muy mermadas, Francisca Antonia de Abaroa y Sarría (+ 17/12/1870) legó, en testamento, la cantidad de 12.500 pesetas con el fin de que se construyera un hospital que sirviera para acoger en él, a los pobres de la parroquia de San Nicolás de Algorta que eran muchos, dejando como heredera universal a su hermana María Rosa de Abaroa y Sarría. Esta cantidad no era suficiente para comprar los terrenos necesarios y además construir el hospital. Ante esta situación fue su hermana y heredera la que puso de su parte un terreno que previamente le había comprado a Luciano de Alday, donándolo «para ese fin y si sobrase terreno que se utilizasen para los servicios del mismo, sin que en ningún tiempo pudiese ser vendido o destinado a otro servicio«. De la misma manera, y dado que en aquel momento había rumores de una posible ruptura entre los barrios de Getxo pudiéndose llegar a conformar nuevos municipios, se especificaba que «si en algún tiempo se dividía la Anteiglesia de Getxo en distintos pueblos o ayuntamientos, dicho terreno debía pertenecer exclusivamente al Ayuntamiento que había de comprender la feligresía de Algorta, sin que otros municipios tuviesen ningún derecho«, por ser así su voluntad como lo fue la de su hermana en cuanto al hospital.
El edificio hospital comenzó a levantarse en vida de María Rosa, empleando en su edificación las 12.500 pesetas legadas por Francisca y aceptándose las condiciones impuestas por las dos hermanas. A la muerte de María Rosa el 9/6/1877, fue inscrita la finca a nombre de su hijo y heredero Pedro Amézaga y Abaroa. Muchas fueron las vicisitudes por las que pasó la construcción de este inicial edificio que a instancias del Ayuntamiento poco después y con un nuevo legado dejado por Dª Salomé Bareño cumplido por su hija Josefa Leona Zalduondo que determinó:“que deseando cumplir los deseos manifestados por ésta y con ausencia y consentimiento de su esposo, hacía espontáneamente cesión y donación gratuita al Ayuntamiento, de la heredad designada de su pertenencia, para el objeto indicado exclusivamente”, se decidió levantar un Hospital-Hospicio para pobres y que al fin y a la postre, después de tener que parar el proyecto por pasar la nueva vía del ferrocarril por medio de los terrenos ya adquiridos, se situó en el inicio de la calle «Alango«, casi en el límite de la Avenida de Algorta, detrás de la recién cerrada gasolinera. Para su erección se necesitaron las donaciones de muchas personas algorteñas, además de las ya señaladas, como Basilia Aresti que, desinteresadamente, cedieron terrenos al Ayuntamiento para que ello fuera posible.
Hospital-Hospicio-Asilo-Casa Cuna del Sagrado Corazón de Jesús.
El presupuesto total ascendió a la cantidad de 102.836,63 pesetas valorado después de que el arquitecto Eladio Iturria presentase a mediados de 1890 planos y condiciones. La Diputación, el 31 de enero de 1891, concede una subvención de 13.942,31 pesetas que se sumaron a todas las donaciones que los lugareños de Algorta iban efectuando sin distinción de clase y cada cual lo que podía. Una vez puestas todas las partes de acuerdo en cuanto al solar más adecuado y su precio de compra de la heredad de la casa denominada «Alango«, se comisiona al arquitecto Eladio de Iturria para que proyecte el edificio así como presente condiciones y presupuesto. La comisión designada para el estudio del proyecto presentado por Eladio Iturria, formaliza a su vez el siguiente presupuesto de ingresos y gastos: Total de gastos: 117.923,60 pesetas, desglosado en el importe del proyecto (102.723,60), el valor del terreno adquirido (15.000 pesetas) y los perjuicios en los sembrados que ascienden a 200 pesetas. El 14 de junio de 1894 el Ayuntamiento aprueba el presupuesto y las condiciones presentadas por la comisión. La Junta Municipal lo hizo el 17 de julio del mismo año.
La primera piedra se colocó el 14 de octubre de 1894, presidiendo los actos el Gobernador Civil de la provincia Miguel Aguado y asistiendo la Corporación Municipal, el cura ecónomo de la parroquia de San Nicolás Ángel Amunategui, el juez Felix Viot y el fiscal Ramón Díliz. Los padrinos fueron el Gobernador Civil y Leona Zalduondo.
Biblioteca para la atención diurna
La inauguración del hospital-hospicio del Sagrado Corazón de Jesús fue el 7 de febrero de 1897 con la presencia de todas las fuerzas vivas de Getxo y de la provincia de Bizkaia así como una multitud de vecinos que no se quisieron perder el evento, previa la celebración en la Parroquia de San Nicolás de Bari de una Misa cantada por jóvenes algortarras dirigidos por el maestro y organista D. Pablo de Múgica. Constaba de un edificio «Hospital-Asilo» y otro que estaba destinado a «Sala Cuna» que según relataba al día siguiente un periódico de la villa: «Por consiguiente se puede decir, y con razón, que los pobres de este Municipio están de enhorabuena y que para ellos desde el domingo próximo brillará el sol de la felicidad; puesto que tendrán cómoda y elegante habitación, buen alimento para satisfacer sus necesitados estómagos, confortables camas para calentar sus miembros ateridos por el frío, y solícito cuidado, porque las encargadas de esta son las virtuosísimas Hijas de San Vicente de Paul…” (El Nervión del 5 de febrero de 1897). A las que todos conocemos como Hijas de la Caridad.
Una vez iniciada su actividad se produjeron a lo largo de los años algunos movimientos tendentes a efectuar modificaciones y/o ampliaciones, llegando al año 1927 en que el Ayuntamiento adquiere un terreno adyacente con el objetivo «necesario» de construir una «Sala Cuna» para acoger en ella a niños pequeños cuyas madres se vean precisadas a trabajar a fin de ganarse el sustento» y esta frase es un hecho diferenciador con otras instituciones del mismo rango ya que en lugar de estar destinada a recoger a los niños abandonados, en muchos casos hijos de madres solteras o de amores no bien vistos, en este caso se instaura para albergar a los hijos de madres trabajadoras, lo que creemos supone un gran avance para la mujer. Una vez aprobado el proyecto, el Ayuntamiento colabora apoyando su construcción con 10.000 pts y el coste restante lo asume D. Tomás Urquijo Aguirre, siendo asignado por ello «Hijo Predilecto de Getxo«. Una vez erigido se acuerda «colocar una placa conmemorativa como recuerdo perenne de gratitud por su generosidad y desprendimiento».
Hay que dejar constancia que las fuentes de financiación del Hospital-Hospicio fueron, en su mayor parte, donaciones de particulares, de la explotación de las casetas y sillas de las playas de Las Arenas, Ereaga y Arrigunaga y del Ayuntamiento que, prácticamente, se adaptaba a los gastos que no se cubrían con las anteriores fuentes. A los enfermos y asilados se les cobraba una cuota por ingreso cuyo importe se asignaba en función de si aceptaban alojarse en una cama en departamento común o lo querían independiente. Durante los años siguientes, ya entrado el siglo XX, personas con medios para ello fueron legando parte de su patrimonio, que se destinaba para ampliar las instalaciones y los servicios como Enfermería y Cuarto de Socorro.
En cuanto a la labor asistencial, las personas acogidas en el Hospital-Hospicio lo hacían bajo dos condiciones: o como enfermo o como asilado. En el primer caso, por ser éste un hospital modesto y con pocos medios, los enfermos no debían padecer grandes males ni enfermedades infecciosas siendo, la mayoría, accidentados, tanto laborales como ¡ahogados! (sic) en la mar; durante la Guerra Civil hubo militares heridos. También ingresaban como enfermos aquellas personas que, necesitando unos cuidados especiales, no podían mantenerlos las familias en sus casas ni podían pagar a una persona para que les atendiera. En el caso de los asilados, éstos ingresaban por varios motivos: unos porque en sus domicilios había personas con enfermedades contagiosas (viruela, tuberculosis, etc.), otros porque siendo pobres y llegando a ancianos, no podían valerse por sí mismos y otros pagaban una cuota diaria por su manutención, cama y cuidados. En otras ocasiones, eran recogidos en la calle e ingresaban como enfermos y/o como asilados. Un tercer caso lo ocupan las personas que recibían asistencia en el Hospital-Hospicio, acudiendo diariamente a recibir la comida y/o la cena por no tener medios económicos para ello, pero no estancia. En ambos casos, tanto enfermos como asilados, debían cumplir los requisitos que marcaba el reglamento.
En su recuerdo y agradecimiento, nombraré algunos nombres de médicos que ejercieron su profesión en este Hospital-Hospicio-Sala Cuna: Los Drs. Hormaeche y Ezequiel Anitua, Donato Saloñas, José Mª Pinedo, Romás Pereiro, Joaquín Aznar, Antonio Bareño, Ramón Bibanto, Leandro Arámburu, Pedro mª Unzurrunzaga, Ernesto Alcíbar. Quizá nos hemos olvidado de alguno que no hemos sabido encontrar entre las Actas tanto del propio Hospital como del Ayuntamiento. Para todos ellos, nuestro reconocimiento.Y no podían faltar las que fueran las encargadas de atender y cuidar a los enfermos que no fueron otras que las monjas Hijas de la Caridad, con una gran abnegación y sin queja alguna, siempre dispuestas a sacrificarse por los demás aunque no exentas de una disciplina estricta que les aseguraba el respeto de todos los residentes.
La labor asistencial del Hospital fue a menos en el transcurso de los años, pudiendo ser el 7 de mayo de 1936 la fecha de ingreso de la última persona enferma, Magdalena Arribas y Ranz, de Prádanos de Bureba, Burgos, de 76 años, viuda aunque se sabe que, posteriormente, el 22 de julio de 1937, se atendieron a dos personas heridas en la guerra. El 10 de febrero de 1960, la Comisión Permanente del Ayuntamiento, expresa su agrado por los estudios que se vienen realizando en orden a la posibilidad legal de convertir el Santo Hospital-Hospicio Municipal del Sagrado Corazón de Jesús, de Getxo, en una fundación pública municipal. La Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento, en sesión del 23 de diciembre de 1963, acuerda someter al pleno el cambio de denominación de la institución por el de “Residencia Municipal del Sagrado Corazón de Jesús”. El 12 de febrero de 1964, figura por última vez la denominación de Hospital-Hospicio Municipal del Sagrado Corazón de Jesús en los Libros de Actas del mismo, siendo el 11 de marzo de 1964 donde figura por primera vez en los Libros de Actas, la nueva denominación . Desde 1978 la Residencia Municipal del Sagrado Corazón de Jesús sustituyó al antiguo Asilo, un decimonónico edificio de ladrillo rojo sitiado desde hacía años por la polilla.
Hoy, una vez derribado por las piquetas, en su lugar hay un edificio de pisos aunque los más mayores lo recuerdan con nostalgia ya que lo que más añoran es que estaba en el centro de Algorta por lo que nada más salir del edificio se encontraban con el movimiento callejero y con sus conocidos. La Residencia actual se encuentra situada en el barrio getxotarra de Aiboa, en un lugar tranquilo y hermoso con un jardín que los días veraniegos envita a pasar un rato en él y el resto del año con amplios ventanales y miradores desde donde echar una mirada al exterior. Está dedicado a la atención residencial de personas mayores, la mayoría de ellos con muchas deficiencias físicas y cognitivas, auxiliadas por un personal que, por lo que yo he visto, se vuelca con ellas. Su misión es tratar de que se encuentren lo más vivos posible, que no se sientan muertos en vida, acechados por la tristeza y la soledad que el paso lento del tiempo y la ausencia de visitas les pueda procurar.
He estado allí en varias ocasiones. En los años en que viví en Getxo (Andra Mari), nos acercábamos hasta allí, a la hora de la cena de los residentes, a cantarles las coplas de Santa Águeda con el coro de hombres que se formaba para la ocasión en la Sociedad «Itxas-Argia» dirigidos por Julen Villelabeitia. Todos los años había algún conocido, y de año en año alguno había desaparecido para siempre, pero era una ilusión tanto para nosotros como para ellos. Posteriormente y ya como componente del «Biotz-Alai» también íbamos todos los años, un domingo, a amenizarles la Misa dominical y luego, un pequeño concierto que ellos y ellas agradecían vivamente. Sabemos que otros grupos, tanto corales como de baile y teatro, van alternándose para dar una nota de color y calor a nuestros mayores programados por un equipo de trabajadoras que, a decir, de los/las residentes son todas fenomenales.
Y lo pude comprobar ayer 8 de Abril. Como he escrito más arriba, hace unos 15 días me llamó Flor, la animadora social de la Residencia ya que a través del hijo de una residente ilustre había tenido noticias mías y de mis libros. Me llamó y me conminó a que diese una charla para hablar de la historia de Getxo a través de las biografías de unas cuantas mujeres, entre ellas la de Elvira Larrazábal, interna en la Residencia. Y yo encantado. Dentro de poco seré yo el que necesite ayuda para valerme por mí mismo, ese momento de «no retorno» en el que las carencias predominan sobre lo que permanece. Y las personas que ya están en esa situación necesitan de nosotros porque son los que nos han dado la vida y luego la han sostenido, llenándola de amor y vigor, con un arrojo sin parangón.
No fue difícil ponernos de acuerdo en el día, la hora y el sistema de pregunta-respuesta que íbamos a utilizar. Lo más complicado era movilizar a los y las residentes pero para eso ya estaban las Auxiliares que están ya acostumbradas. El día amaneció luminoso, ninguna nube al acecho, temperatura de un día de primavera ideal, y multitud de árboles y arbustos recogiendo todo ese sol que hacer florecer los brotes ya preparados. Flor ya llevaba varios días animando el «cotarro» con carteles, comunicaciones internas y llevando la noticia del acto por todas las habitaciones. No quería que nadie se quedase, al menos, sin saber el evento que tenía preparado. El salón de actos estaba preparado, lleno de colorido preparado para acogerme con el calor humano que, en este caso, querían dedicarme. Según iban llegando, de una en una, con su taca-taca, con sus años y achaques a cuestas, fui saludándolas con la mejor de mis sonrisas para que se sintiesen cómodas. Hubo unas 40 personas, en primera fila una mujer de 105 años que se mantuvo muy atenta a todo lo que sucedía durante la hora y media que duró el acto. Muchas mujeres y pocos hombres, pero esto es lo habitual. Cuesta mucho más movilizarlos a ellos que a ellas. Allí estaban, sentadas, la mayoría inmóviles, con la cabeza ladeada porque hasta les cuesta mantenerla en su sitio, con los ojos vueltos al infinito aunque pareciese que los tenían puestos fijamente en mí, cada una con su dolor, calladas, haciendo que escuchaban, me inspiraban cierta ternura y a la vez amargura por ver lo poco que somos, en qué nos convertimos con la edad.
A la hora señalada empezó el acto, siendo Flor la que hizo las presentaciones, no sólo a mí sino también a las dos personas que me acompañaban, Elvira Larrazábal la primera mujer en el Estado español que fue profesional del golf, madre abnegada que renegó de su vida profesional para dedicarse en exclusiva a atender a sus hijos, en especial a una hija que nació con una discapacidad pricomotriz muy elevada y que desde hace unos meses es una residente más, acompañada por su hijo Peru.
El acto resultó muy emocionante, emotivo, con la sensibilidad a flor de piel, conseguimos darle un ambiente familiar para que todos, residentes y acompañantes, se sintiesen cómodos. El auditorio no era el habitual. Treinta personas con taca-taca, con sus facultades cognoscitivas ya muy deterioradas pero que escucharon con atención todo lo que allí se dijo, junto con algunos de sus familiares y trabajadoras que son las que habitualmente las atienden y quisieron acompañarlas. Hora y media donde pudimos desgranar las vidas de algunas mujeres conocidas por todas y otras, descubrir su existencia y sus vicisitudes. Con toda seguridad habría entre las presentes más de una que hubiesen sido merecedoras de que se contase su vida en el libro pero esto ya no tiene vuelta de hoja. Son las que están.
Sólo me queda exponer mi agradecimiento a Flor, alma mater de la psicología social entre los moradores/as de la residencia, ante la que me descubro por su buen hacer y saber estar. Santa paciencia. Siempre me tendrán a su disposición para acercarme a charlar con todas cada vez que quiera.